miércoles, 16 de enero de 2013

Don Carlos Alberto Ramírez Velásquez

Don Carlos Alberto Ramírez Velásquez, uno de los creadores más fervorosos de la historia de la música nicaragüense, resulta ante cada nueva generación, un personaje prácticamente desconocido.

Nacido en Masaya el 18 de enero de 1882 en el costado oeste de la Iglesia San Jerónimo en la casa de Don Desiderio Montoya, comienza a los ocho años su educación musical bajo la guía de su padre, gran músico también, Don Alejandro Ramírez, virtuoso del violín, Maestro de Capilla y Director orquestal, casado en nupcias armónicas con Doña María Jesús Velásquez, fallecida durante la peste de cólera morbus que arrasó músicos pobres, niños, planchadoras, lecheros y discretos vecinos en esa ciudad, donde todavía alguien la recuerda gratamente. Carlos Alberto, acompaña a su padre Don Alejandro a la Masatepe que los Ramírez habrían de hacer musicalmente famosa a partir de su llegada a ese pueblo caído de la mano de Dios. Allí Don Alejandro se embarca en nuevas nupcias con Doña Lorenzana Ocampo y luego, cuando Carlos Alberto tiene quince primaveras, le permite volver a Masaya a casa de su hermana Helena Ramírez de Rosales. En 1893, el año de la revolución liberal, Don Alberto, ya en Masaya él también, funda la Orquesta La Aspiración. Aquí prosigue Carlos Alberto sus estudios musicales con Hernán Zúñiga R. y con Fernando Luna Jiménez, estudios que además del solfeo, abarcan por ese entonces la conquista del dominio del clarinete, la guitarra, el piano, la viola, el violín, el contrabajo, instrumentos todos en los que sobresalió famosamente. Después también uso magníficamente en sus operetas y sus misas las voces solistas y corales, no sin influencias alemanas e italianas en el brillo de las tesituras. A los 22 años, a la cabeza de su Orquesta Liras Fernandinas, de la que forman parte sus propios profesores, estrena con mucho éxito su Vals Club Social. Esa noche Alejandro Vega Matus, sintió que en Masaya había nacido otro gigante, según me contara Amador Lira, que bailó feliz en esa ocasión en el Club Social de esa capital de provincia, donde también Matus amenizaba parte de la fiesta, no sin un cierto recelo.

Luego, como se acumulan las hojas en el suelo, se acumularon los años y las obras de este gran músico nacional, en el aire del tiempo que todo se lo lleva, menos lo que la historia o la leyenda logran arrebatarle. Tan cierto es, que logramos encontrar y adquirir la obra de este Maestro, gracias al hecho de que su herederos guardaran su obra en una gran caja de cartón atada con cadenas a la solera de un taller de mecánica en Masaya, a poca distancia de donde naciera Alejandro Vega Matus, en donde hoy es el Barrio de San Juan. Con la edad sensible y la necesidad de ganarse el cielo y la vida, Don Carlos Alberto dio en componer una ingente cantidad de música religiosa, (además de una catarata de música bailable y canciones enamorantes de una gran belleza), entre las que destacaron inmediatamente Himnos, Misas de Gloria y de Réquiem, Intermezzi Fúnebres, Cantos a los santos, y de manera especialísima a la Virgen Maria, de quien se vuelve un enamorado que galantemente le dedica una famosa Misa a la Virgen de Guadalupe y un Himno a Ella misma, que aún se canta en la basílica de esa Señora en México, a donde fue enviado por el Presbítero DR. Isidro A. Oviedo y Reyes en 1952. Obtiene premios locales y nacionales con los Himnos dedicados a Masaya y a Rubén Darío en ocasión de las celebraciones de los cincuenta años de AZUL. Compositor de piezas galantes, Don Carlos es sobre todo un compositor de música sacra, pues como decía, su fervor lo lleva multiplicar sus acercamientos amorosos al niño dios y a la Virgen Maria. Compuso más de cien Sones de Pascua.

Colaboracion de Henry Soto

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